Gigantes
-Amigo mío, mire- señaló el caballero.- ¡Un ejército de gigantes se aproxima!
Desenfundó el escudero su espada sin vacilar y tomó posición.
-Estoy listo, señor-dijo.- Cuando ordene, marchamos.
El caballero asintió, observó a los gigantes agitando sus brazos para intimidar. Los
estaban esperando. “¡Es hora!”, vociferó.
Corrieron los hombres armados contra la tropa de colosos. Con un grito de guerra el caballero dio el primer golpe, su metal golpeó la dura carne sin penetrarla.
-¡Es inútil, señor!- anunció el compañero que también azotaba las piernas de los
gigantes sin conseguir resultado alguno.
-¡No desista!- contestó el caballero, dando más golpes, una y otra vez.
La tarde contemplaba la tenacidad de los valientes que no parecían estar dispuestos a darse por vencidos. Sus espadas las movían de arriba a abajo, impactando los troncos gruesos y firmes de los gigantes, se escuchaban los choques insistiendo en efectuar daño.
-María, ve a buscar a tus hermanos- ordenó la madre.- Ya están los
sánduches y se les van a enfriar.
-Claro que sí, mamá- contestó obedientemente la niña.
-Ve- le señaló la puerta del patio.- Deben estar por allá jugando entre los árboles.
María salió gritando por la puerta, “¡Antonio, Agustín, ya está la merienda!”.
Los guerreros detuvieron su ataque.
-¿Escucha eso, señor?
-Así es, compañero, me parece que es la princesa María del Carmen.
Y se concentraron en distinguir lo que se les gritaba. Se miraron con alegría, soltaron las ramas y corrieron en dirección a la casa.
Daniel Franco Sánchez
Ilustración por Sofía Cockburn
[artista colaboradora]